viernes, 16 de marzo de 2007

Algunos sonidos.

-La mano de un adulto abofeteando la cara de un recién nacido.
-La angustia de alguien ahogándose con un pedazo de carne atravesada en la traquea.
-Los gritos bajo el mar de alguien que no consigue emerger.
-Los bufidos de quien busca aire entre el humo de un incendio.
-Los intentos por escapar de un ataúd bajo tierra.
-las voces de auxilio de los mineros atrapados en una galería derrumbada.
-El gélido hilo de voz de quien pretende no desmayarse.
-La piel quemándose en el fuego.
-El chirriar de los dientes durante una embolia.
-El golpe seco del aliento en un ataque al corazón.
-Cortar la carne con un cuchillo.
-Romper un hueso.
-Desprender una uña.
-La respiración asistida.


Por lo general, y afortunadamente, jamás hemos tenido contacto con ninguno de los sonidos reseñados - nos espanta sólo intuir su proximidad. Y los casos en que los sonidos nos son familiares, escalofrían. Pero todos, y la infinita lista de los que faltan, son el mismo: la vida ha roto negociaciones con la muerte.