Noche (II)
Al final del paseo entre casas apareció de repente la oscura figura de una mujer. Detenida en mitad de la calle parecía observar a los niños que jugaban al fútbol junto a la puerta de mi casa. Justo antes de enrojecerse el cielo, la mujer avanzó ocupando el centro del paseo en dirección a los niños, batiendo a cada paso, en ondulado y rítmico oleaje al viento, su negro vestido. El juego se detuvo. El balón botó calle abajo abandonado a su suerte. Los niños observaron la enorme presencia que se aproximaba lentamente ensombreciendo con su vaporosa seda los tejados, las paredes, el empedrado suelo y nuestro miedo. El cielo quemaba en naranjas y un extraño silencio se apoderó de todo. Cuando estuvo tan cerca que podía tocarlos, una hermosa Luna llena emergió del tocado que ceñía su melena, y un suave resplandor inundó los pequeños rostros boquiabiertos de los niños, que nunca olvidaron como se fabrica una noche.
Al final del paseo entre casas apareció de repente la oscura figura de una mujer. Detenida en mitad de la calle parecía observar a los niños que jugaban al fútbol junto a la puerta de mi casa. Justo antes de enrojecerse el cielo, la mujer avanzó ocupando el centro del paseo en dirección a los niños, batiendo a cada paso, en ondulado y rítmico oleaje al viento, su negro vestido. El juego se detuvo. El balón botó calle abajo abandonado a su suerte. Los niños observaron la enorme presencia que se aproximaba lentamente ensombreciendo con su vaporosa seda los tejados, las paredes, el empedrado suelo y nuestro miedo. El cielo quemaba en naranjas y un extraño silencio se apoderó de todo. Cuando estuvo tan cerca que podía tocarlos, una hermosa Luna llena emergió del tocado que ceñía su melena, y un suave resplandor inundó los pequeños rostros boquiabiertos de los niños, que nunca olvidaron como se fabrica una noche.
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